FOTO CORTESIA
Jaime Mercado López, con una de sus pequeñas hijas, descansa en su hogar, en un espacio donde su familia colocó sus cenizas.

 

 

 


 

 

Es una enfermedad real para la que no estamos preparados, reconoce Sonia

 

 

 

 

Por Catalina Navarro/ Reporte653 

San Luis, Arizona.- La dura experiencia vivida, tras la pérdida de su esposo por la enfermedad que muchos consideran todavía como una broma, algo falso, o que no les alcanzará, ha sido para Sonia fuertemente dolorosa, tanto por no poder despedirse apropiadamente de su esposo, como porque una parte de la comunidad aún no cree que el COVID-19 es real y no toman las precauciones debidas.
Sonia Pérez Bedoy vive y trabaja en San Luis, Arizona con sus 4 hijos, de 22, 21, 14 y 11 años, quienes acostumbraban ir cada fin de semana a San Luis Río Colorado, a ver a su padre Jaime Mercado López, quien laboraba como gerente de un negocio particular.
Sin embargo, además de la división fronteriza, los comenzó a dividir la imposibilidad de ver a Jaime, pues adquirió el Coronavirus a mediados de abril.

 

 

Angustia y desesperación

 

“Fue muy impactante el momento en que nos dio la noticia”, recuerda Sonia, “porque de antemano ya es aterrador que, por prevención de contagios, no podemos tocar aquí, no podemos salir más que a lo importante, nos debemos lavar las manos seguido, en fin; y pensar que nos contagiáramos nos ocasionaba temor”.

Al igual que muchos residentes, como un mecanismo de defensa, tomaba con humor la situación al ver “memes” o bromas sobre el COVID-19, y la madre de 42 años creía que el virus estaría lejos de ella y su entorno, y con las precauciones debidas seguía su vida lo más normal posible, hasta que Jaime se contagió.

El 14 de abril Jaime les avisó que tenía los síntomas, empezó a sentirse mal, recuerda, “a los días que empeoró fue a la clínica del Seguro Social, donde le dieron incapacidad laboral por 15 días y le dijeron que era probable COVID, entonces me llamó y me dijo que no dejara ir (a México) a los muchachos a verlo”.

Cinco días después le iban a hacer la prueba, por ello le indicaron que no saliera y, mientras, tomara medicamentos recetados, sin embargo empeoró su respiración, y fue de nuevo al Seguro, y el 24 de abril lo ingresaron con complicaciones de salud a un hospital de Mexicali.

Jaime, tuvo la oportunidad de llamarle a Sonia, quien recuerda que le pidió: “cuiden a los muchachos, que no vayan al hospital, se pueden infectar”.

El padre de 51 años estuvo una semana con oxigenación, tenía recuperación leve y eso se lo comunicaban por teléfono a Sonia y a sus familiares, quienes estaban impedidos de acudir en persona a informarse siquiera, pues los protocolos son muy estrictos para evitar más contagios.

Sonia cuenta que fue una experiencia nunca antes vivida por su familia, “era una desesperación mirar a mis hijos porque no podían estar ahí y nos debíamos esperar a que nos llamaran”.

Con sentimientos fuertes de desesperación, al mismo tiempo culpabilidad por no ir, pero sabiendo que era por su propio bien y el de sus hijos, Sonia se hacía fuerte al pensar en los 24 años que su esposo le había demostrado serlo junto a ella, en las buenas y en las malas, como cuando se casaron.

El 30 de abril Jaime pudo comunicarse de nuevo con ellos “para despedirse”, dice Sonia, “porque se sentía morir, le dijeron que iba a ser intubado; alcanzó a despedirse de su hermana y de su hijo mayor y, de repente, se cortó la llamada”.

Cuatro días más pasaron sin saber del estado de Jaime, la familia trataba de ocuparse y pasar los días tranquilos, pero la angustia e incertidumbre no cesaban, y tras informes atrasados en el estado de su esposo, que por equivocación le dieron de nuevo, mantuvieron una esperanza, pues le decían que su esposo luchaba por no irse.

La vaga esperanza se apagó el 15 de mayo, cuando le comunicaron que su esposo sufrió más deterioro e, inevitablemente, había fallecido.

“Soy una mujer de fe, orábamos mucho y pedíamos a Dios que nos hiciera el milagro de levantarlo, pero cuando escuché tanto sufrimiento que él estaba pasando, mi oración fue diferente”, relata Sonia, “le dije a Dios que si eran sus planes de llevárselo, seguiríamos teniendo fe, pase lo que pase, porque sólo El tiene el día marcado para nosotros”.

 

 

 



 

 

Resistencia a la verdad

 

Actualmente, al ver informes del avance de la enfermedad en el Condado de Yuma para orientarse sobre cómo seguir adelante, qué más medidas tomar al trabajar, al convivir con su familia, ve que algunas personas hacen comentarios hasta en tono cínico en las redes sociales serias.

“Que la enfermedad no existe y que andan bien campantes sin cubrebocas porque aseguran que no se van a enfermar, que eso es falso”, cuenta, “me duele muchísimo ver eso, pero de verdad no me da coraje y les deseo de todo corazón que no les pase lo que a nosotros”.

Es una enfermedad real, para la que no estamos preparados, ni los médicos, reconoce Sonia, “vemos que ellos también están sufriendo al no ver mejoría en los pacientes, es muy duro para todos”.

En medio del duelo y por no poder haberle dado una despedida, verlo, abrazarlo, se suma el dolor de pensar lo que sufrió, recuenta Sonia, “eso deben de reflexionar las personas antes de salir sin protección y pensar que no les va pasar nada”.

Afortunadamente Sonia y sus hijos pudieron trasladar las cenizas de Jaime a su hogar en San Luis, Arizona, donde lo mantienen en un espacio especial, rodeado de recuerdos y gratitud por 24 años de ser un buen padre.

Al compartir su experiencia, Sonia espera que la gente reflexione: “que caiga en la conciencia de la gente porque es real y el virus no va matar lentamente una persona, sino que también dañará una familia completa”.

Finalmente, pide que nos concienticemos en que la forma de actuar, de cuidarse, se reflejará en la salud y bienestar de nuestra familia, de los hijos, padres y en sí, reflejará “si uno se valora a sí mismo”.

 

Tags: , ,

Related Article

Esto se cerrará en 0 segundos